lunes, 7 de febrero de 2011

Cuando James tamborilea, Maggie llora con fervor

Caminando por la calle principal un miércoles a medianoche todo se ve diferente después de lo que pudo haber sido y finalmente no fue. Triste y desolado, arrastro los pies con más pena que gloria. Nada llevo en las espaldas pero el peso hace que cada paso que doy me haga pensar que es el último.

La luz de la farola ensombrece mi pensar como si éste intentase volver a una lucidez que se desvaneció entre innumerables “ya te lo dije” y “lo ves”. Nada hacía pensar desenlace de tal magnitud aunque mis vísceras se agitan por mi clamorosa pasividad.

Ha dejado de llover aunque llueve sin parar. Contradicción que se me antoja indescifrable ahora y por los siglos de los siglos. Necesito que me absuelvan de mis pecados que en ningún caso son regionales o provinciales, capitales a todas luces.

Porqué. Rebota. Cojo aire.
Porqué. Rebota de nuevo. Pestañeo.
Porqué. Re-re-Rebota. Lagrimeo.

Las hojas mojadas se arremolinan en la alcantarilla a modo de presa dificultando el lógico devenir de lo que no hace tanto eran unas gotas o las consecuencias finales de la borrasca.

¿Porqué hay un anticiclón de las Azores y no hay una borrasca del País Vasco?

Lo soñé o realmente pudo ser? Imagino que eso quedará esparcido por el espacio y pasará a formar parte de eso bonito museo que se forma en las claras noches de verano.

No alcanzo a entender porqué cuando James tamborilea, Maggie llora con fervor.

1 comentario:

  1. Gracias por pasarte por mi blog... me ha gustado mucho tu escrito.. todo y que te confieso que en algún momento de él me he perdido totalmente y ya no se de que estas hablando... claro que si lo explicas supongo que pierde la magia.. Un beso

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