lunes, 27 de febrero de 2012

el maestro

Recuerdo a mi padre ajustándose la pajarita delante del espejo. Presentaba un rictus serio, cómo siempre. No era una seriedad que se pudiera enmarcar en la caja de un simple enfado, era ese tipo de seriedad que precede a momentos de máxima tensión y concentración. Sé que en ese mismo momento, el maestro podría haberme firmado mis horrorosas notas del cole sin apenas pestañear. En las horas previas a un concierto, el maestro entraba en una especie de trance que le alejaba de la condición de padre de familia. Mamá nos había prohibido pedirle, preguntarle o cualquier otra cosa que implicara una decisión en esos momentos sin estar ella presente. Sabía que entonces actuaba o hablaba el maestro y no el padre.


El esmoquin le sentaba de fábula. Parecía un actor de cine caminando por la alfombra roja. Su determinación cuando caminaba era digna de admirar. La forma en que se colocaba los dobles puños con gemelo era ya un tic clásico. El maestro repasaba mentalmente todas las notas del concierto en su cabeza mientras sacaba brillo a sus zapatos ingleses de cordón. Era un espectáculo. Recuerdo una vez, que mamá me castigó por invitar a un par de amiguetes del cole aficionados a la música para que pudieran ver como el maestro preparaba su función. Me castigó porque les había cobrado entrada, les había cobrado la merienda y el asiento.

Era su gran día. El concierto que le iba e encumbrar cómo una de las leyendas vivas de la música clásica. Y lo fue. Su actuación fue memorable. Nada que reprochar. Estuvo simplemente perfecto.

Al día siguiente, anunció que lo dejaba. Sabía que había alcanzado su objetivo. Ya nada le interesaría dentro de la música. Lo dejó siendo un mito. Mi próximo objetivo dijo va a ser mi familia. Ese día entendí que más me valía ponerme a estudiar porque se acabó lo de que me firmara las notas un tío en pleno trance.

Papá murió hace un par de días de viejo y plenamente feliz. Nunca más fue el maestro.



10 comentarios:

  1. Que bueno lo de comenzar a estudiar, por no tener un padre que firma en trance!
    Y me parece una gran idea lo de dejar las carreras en los momentos álgidos y no decadentes...

    Una abraçada.

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  2. Está bien que alguien se convierta en mito por méritos propios, no por meterse de todo por todos sitios, abusar de quién y qué no debe y morir joven.

    Eso de que nunca más fue el maestro....no me ha terminado de gustar.

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  3. Sandler, cobrarles merienda? Chico, pero mira que eres catalan, jajaja!!! Espero que fueran pastelitos y chardonnay! Pero dejando de lado el pitorreo, hay gente a la que le sucede eso: alcanzan la gloria y no se ven capaces de igualar ese momento, de modo que abandonan. En lo alto.
    Y tú a estudiar, sí, para ser un hombre de bien :).
    Un beso!!! Y feliz semaña ;)

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  4. Perfecto que fuera recordado como tal en el momento más álgido, a menudo la gente no sabe cuándo parar y retirarse. Eso denota no sólo elegancia, también sabiduría.

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  5. Celia; el maestro no tenía más motivaciones así que lo dejó. Lo de ponerse a estudiar porque tu padre ya no firma en trance es algo patillero pero bueno.

    Pilis;eso de que nunca más fue el maestro se refiere a que jamás se volvió a subir al atril para dirigir.

    Lili; creo que si uno puede permitirse dejarlo en todo lo alto es lo mejor aunque no siempre es fácil de detectar.

    Pepis; idem que Lili, es muy difícil saber cuando dejarlo.

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  6. ah, vale, ahora lo entiendo...espera, no, no es que yo no entienda, es que tienes que escribir mejor! hombre, coño ya! (jajajajajaja)

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  7. A mi me gusta eso de tener que estudiar por que no te pueden firmar las notas en "trance". Le das ese puntito de... ese puntito cabrona (cabrona como algo bueno).

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  8. Se nota que te pusistes las pilas ... y estudiastes a fondo... tus escritos son buena muestra de ello... y de lo leído que estás. Un abrazooo barcelonino.

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  9. Pilis; eso intento pero se ve que no me acaba de salir del todo bien, jajajaja!

    Bubo; sabes que soy tio verdad?

    Marina; buen halago para empezar el día. Gracias;)

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  10. Conmovedora historia, regada de admiración, agradecimiento, y una pizca de travesura...

    Un placer leerlo, Sandler!

    Mis saludos azules desde mi playa sin fin que lo espera...

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